Alégrate, y te digo de nuevo: ¡Alégrate!
Un joven de poco más de 30 años tuvo una convulsión que nunca había tenido en toda su vida. La convulsión vino con tanto dolor que fue llevado por los servicios de emergencia al hospital. Estaba rodeado por un equipo de médicos y enfermeras, que buscaban entender qué le había sucedido. Mientras tanto, le dieron una dosis alta de analgésico para quitarle el dolor. Después de tres días de su estadía en el hospital, el médico vino una mañana para decirle que probablemente sería dado de alta al día siguiente si los análisis de sangre salían sin ningún problema notable. Su corazón saltaba de alegría; Su rostro se iluminó de expectación. Lo que más le emocionaba era que lo liberaran para volver a casa y ver a su hija de 3 años, a quien tanto había extrañado.
Al igual que este joven, ciertamente hay momentos en nuestro viaje de vida en los que hemos sentido este estallido de alegría en nuestros corazones por un resultado esperado que cambiará nuestras vidas para mejor. Es lo que este 3 de Adviento nos invita a recordar. Dios viene en medio de nosotros para cambiar nuestras vidas y la humanidad para siempre. En preparación para esta visitación divina y para experimentar este profundo gozo que nos trae el nacimiento de Cristo, las Escrituras de hoy nos invitan a cambiar nuestras actitudes y la forma en que tratamos a los demás: debemos ser amables, indulgentes y generosos con las personas necesitadas. Por otro lado, debemos evitar la codicia y la extorsión, la injusticia de cualquier forma y la manipulación de los demás para beneficio personal.
Sobre todo, que abramos nuestros corazones para experimentar la profunda alegría que Nuestro Señor nos trae no solo en esta temporada, sino todos los días de nuestras vidas. Que su nombre sea alabado por siempre. Amén
Padre Okeke