¡Viaja ligero por la vida!

En la época de Jesús, había unas cuatro entradas a la ciudad de Jerusalén. Había una puerta principal que era ancha y siempre estaba llena de gente que viajaba con mercancías y en camellos. La puerta conocía mucho tráfico. La gente tardaría una eternidad en entrar en Jerusalén a través de esa puerta ancha debido a lo que llevaban. Pero otras puertas son pequeñas y solo pueden permitir el paso de aquellos que tienen poco o ningún equipaje. La gente entraba más rápido en Jerusalén si tenía poco o nada encima. Pero pocas personas fueron a la ciudad con solo unos pocos artículos. A pesar del tráfico y las largas esperas en la puerta ancha, muchas personas todavía lo tomaron porque tenían mucho con ellos. Pero las puertas estrechas tenían bastantes personas que la tomaron porque tenían que no tener casi nada para poder pasar.

Ahora puedes entender el contexto del mensaje de Jesús: si viajas ligero con menos cargas, llegarás a tu destino con Dios más rápido que llevando demasiadas cosas sobre tus hombros. Cuando nuestros corazones están llenos de numerosas ambiciones, sed de poder y control, preocupaciones, expectativas poco realistas, codicia, acumulaciones, deseos lujuriosos, envidia, odio, preocupaciones, arrepentimientos y culpa, nos sentimos muy agobiados por el estrés, lo que a su vez nos roba nuestra paz interior y la paz con Dios. Pero si viajamos ligeros, si nuestra relación con Dios se convierte en el centro de nuestras vidas, entonces cualquier otra cosa perderá su control sobre nuestros corazones. A menos que comencemos a ver y relacionarnos con las cosas y las personas desde la perspectiva de Dios y de la eternidad, las cosas y las personas serán dueñas de nuestros corazones. El resultado es un corazón agobiado que no tiene paz. Es por eso que Jesús vino a liberarnos para que podamos viajar ligeros por la vida. Deja en claro que si el hijo nos libera, seremos verdaderamente libres (Juan 8:36). Cuando experimentemos la libertad que ofrece nuestro Señor, entonces la paz del Reino que Jesús nos prometió será nuestra. Que esta experiencia sea tuya hoy y siempre. Amén