Comunión y separación

“Maestro, vimos a alguien expulsando demonios en tu nombre, y tratamos de impedirlo porque no nos sigue”. Jesús le respondió: “No se lo impidáis. No hay nadie que haga una gran obra en mi nombre que al mismo tiempo pueda hablar mal de mí. Porque el que no está contra nosotros, está a favor de nosotros”. (Marcos 9:38-40). La creación de Dios prospera en la comunión porque toda vida proviene de Dios. Prosperamos en comunión con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Siempre que valoramos, respetamos, honramos y empoderamos a los demás, promovemos la vida, porque al hacerlo, vivimos la verdad mística fundamental en la vida, a saber, “lo que está en Uno está en el Todo”. Por eso, en Jesucristo, todos somos hijos de Dios. Ya no hay judíos ni gentiles, hombres o mujeres, libres o esclavos, porque todos han sido marcados con el sello del Espíritu Santo. Es verdad, por tanto, que “quien no está contra nosotros, está a nuestro favor”, porque estas personas promueven la comunión. Por otro lado, el pecado es la separación de la comunión. Cada pecado tiene un impacto negativo en la comunión con Dios, con los demás y con uno mismo. ¡Piense en cuando los miembros de la familia son destrozados por la codicia, los celos y la envidia! ¡O una iglesia donde reinan las camarillas y la “conciencia tribal”! ¡O una llamada amistad en la que una persona está más preocupada por lo que obtiene que por el bienestar de la otra persona en la relación! En tales relaciones, la comunión es herida y el alma no es alimentada. Es por eso que Jesús insiste en que cualquier cosa que nos haga pecar debe ser cortada, ¡incluso si es cualquier parte del cuerpo! Son palabras fuertes. Pero indican cuán seriamente debemos tomar nuestra comunión con Dios y con los demás y hacer todo lo posible para no dañarla o enseñar a otros a hacerlo. Las relaciones de hoy en día están marcadas por todas las formas de egoísmo. Nuestra relación con Dios es a menudo muy transaccional: “Dios, estoy haciendo esto por ti; ¡Será mejor que hagas esto por mí!” ¡Comunión! ¡¡Comunión!! ¡¡¡Comunión!!! ¡Para eso fuimos creados, y sufrimos mucho cada vez que lo perdemos o lo lastimamos! Que siempre experimentemos esta gracia en nuestras relaciones, familia, iglesia y sociedad. Amén