¡Él es el Único, no yo!
Juan el Bautista había sido la estrella en el escenario antes de que Jesús apareciera en escena. Todos acudían a él para ser bautizados. Sus palabras eran ardientes, y su código de vestimenta era una señal inequívoca para la gente de que lo que vino a hacer era serio. No era lo de siempre. Pero cuando Jesús llegó a la escena, humildemente desvió toda la atención de sí mismo a Jesús, diciendo: «He aquí el Cordero de Dios. Yo te bautizo sólo con agua, pero él te bautizará con el Espíritu Santo. Mi trabajo es testificar que él es el Hijo de Dios. De ahora en adelante, todos ustedes deberían seguirlo porque Él es el Único, ¡no yo!
Juan el Bautista conocía su propósito en la vida. No tuvo que luchar por el centro del escenario con Jesucristo, su primo. No le molestaba que la gente lo dejara para seguir al Cordero que quita los pecados del mundo. Había estado a la altura de su vocación y llegó el momento de abandonar el escenario. Habiendo sido bautizado ahora, Nuestro Señor se mueve al escenario del mundo para traer luz en medio de la oscuridad, levantar a los oprimidos, enjugar las lágrimas de los afligidos y traer alegría a los deprimidos. Él haría todo esto a través del poder del Espíritu Santo. Es su tiempo, el tiempo de la salvación. Era su propósito: traer de vuelta a Dios a todos los hijos de Dios, haciéndoles saber cuánto le importaba cada persona al Padre Celestial.
¡Qué importante es saber lo que podemos hacer y lo que no podemos hacer! ¡Qué importante es reconocer cuando nuestro tiempo ha terminado, y el tiempo de la otra persona ha llegado! ¡Qué importante es saber cuándo debemos dar un paso adelante y hacernos cargo en lugar de esperar que otros hagan lo que deberíamos estar haciendo! ¡Qué importante es darse cuenta de que nadie puede hacer por nosotros lo que se nos ha asignado para hacer en este mundo! Qué importante es para nosotros saber cuándo se ha acabado nuestro tiempo en un aspecto particular de la vida para que podamos entregar la antorcha a la persona que ha sido designada para levantarse en ese momento.
Nuestro Señor ha comenzado su ministerio en serio como el Hijo de Dios. A través de él, el padre hará brillar su gloria sobre el mundo, en nuestras vidas. Es su trabajo. Y ahora es el momento. Al entrar en el tiempo ordinario, caminemos con nuestro Señor y permitamos que Él brille la gloria del Padre en nuestros corazones. Es mi oración por todos nosotros. Amén
Padre Cornelius Okeke