Bendito eres….
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque toda su confianza está en Dios, el reino de los cielos será suyo.
Bienaventurados los que lloran. Serán consolados porque su esperanza está en Dios.
Bienaventurados los mansos porque su mansedumbre se origina en Dios. Heredarán la tierra que los orgullosos piensan que les pertenece.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Aunque estén frustrados en su lucha, estarán satisfechos porque confían en que Dios renueva todas las cosas en su propio tiempo.
Bienaventurados los misericordiosos. Se les mostrará misericordia porque canalizan la misericordia de Dios hacia los hijos de Dios.
Bienaventurados los limpios de corazón. Ciertamente verán a Dios porque nada quita sus corazones de Dios. Tienen un corazón indiviso hacia Dios.
Bienaventurados los pacificadores. Serán llamados hijos de Dios porque por medio de ellos y en ellos, Nuestro Señor continúa su ministerio de sanar el odio y las divisiones que desgarran a los hijos de Dios.
Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia. El reino de los cielos será suyo porque no se rinden a la desesperación ni al desaliento.
Bienaventurados aquellos que son insultados, perseguidos o acusados falsamente debido a su fe en Dios. El cielo les pertenece porque no vacilaron en su fe; perseveraron en el día sin amargura ni sed de venganza. Se regocijan en su persecución porque su relación con Dios es más importante para ellos que cualquier otra cosa en este mundo.
Note que cada una de las bienaventuranzas nos invita a tener fe absoluta en Dios. Sobre ningún otro fundamento debemos poner nuestra vida que en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Sólo sobre esa base nuestra vida, ayer, hoy y mañana; En la vida y la muerte, se siente verdaderamente seguro. ¿Sobre qué base se construye tu vida?
~Padre Cornelius Okeke