¡Tu voluntad, no la mía, se haga!
Al llegar a la más santa de todas las semanas del año litúrgico, esta declaración de Nuestro Señor debe resonar en nuestros oídos y corazones. Fue su obediencia constante al Padre lo que lo llevó a sufrir y morir en la cruz. Aunque él era Dios, no se aferró a su gloria, sino que se despojó de su majestad solo para convertirse en uno como nosotros. Era la voluntad del Padre. Toda su vida, oró, escuchó y siguió la voluntad del Padre hasta el último aliento. Su oración fue: «Si es tu voluntad, déjame pasar esta copa; ¡Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya!» En esto, nos modeló la manera de orar y convertirnos en sus discípulos. Una y otra vez recordó a los discípulos que «ningún discípulo es más grande que su maestro». Si lo perseguían, también perseguirían a sus discípulos. Nuestro carácter siempre debe ser una disposición dispuesta a dejar que la voluntad del Padre guíe nuestros pensamientos, decisiones y acciones. Mientras nos sometamos a la voluntad del Padre, experimentaremos un poco de lo que nuestro Señor experimentó: rechazo, traición, falsa acusación, burla, explotación, amistad falsa, etc. En todo esto, mantendremos nuestra paz interior porque sabemos que la voluntad de Nuestro Padre se está llevando a cabo, ¡y en eso está nuestra paz!
Que esta Semana Santa sea una experiencia verdaderamente espiritual para todos nosotros, renovándonos y transformándonos en verdaderos discípulos de Jesús que, en cada giro de nuestras vidas, diría: ¡Hágase tu voluntad, no la mía!
~Padre Cornelius Okeke