Vestido y gorro de graduación siempre nos dan tanta alegría de triunfo. El día de la graduación pone fin a años de dolor, de la privación de sueño, sacrificio y compromiso con los estudios. Es el día de coronación en los que todos los sufrimientos pasados están borrados. Recuerdo cuando llegué a Roma para estudiar. Había estudiado el idioma italiano sólo dos meses y medio cuando empecé la clase. No podía seguir las clases como me hubiera gustado. Me pasaba horas traduciendo las notas de los profesores al inglés para poder entenderlas. En cuanto a los exámenes, los preparaba en inglés y luego traducía mi preparación al italiano para poder escribirlas. Los primeros cinco años fueron tan estresantes, que no pude regresar a casa hasta que los cinco años pasaron. Pero después de siete años de estudio intensivo, gradué. En la fiesta de graduación, todos los sufrimientos y el estrés de los últimos siete años fueron totalmente olvidados.

Hebreo 12:2 dice: “no perdamos la vista de Jesús, que nos dirige en nuestra fe y la lleva a la perfección; por el bien de la alegría que estaba todavía en el futuro, él sufrió la Cruz, desatendiendo la vergüenza y a partir de ahora él ha tomado su lugar a la derecha del trono de Dios”. La Pascua es la corona gloriosa de nuestro Señor; es la corona de la esperanza en medio de la desolación y el dolor. La Resurrección de Jesús es un evento con implicaciones cósmicas: todos los dolores, sufrimientos y muerte que experimentamos en esta vida no son inútiles, mientras enfocamos nuestros ojos en Jesús Cristo, las primicias de quienes están dormidos (1 Cor. 15:20). La Pascua es alegría; es júbilo, porque el universo no es una ciega probabilidad de eventos, sino una realidad útil en la mano de Dios.

La celebración de Pascua muestra el poder del amor. Sólo el amor puede superar el mal, la injusticia y el odio. Amor, amor perseverante, puede transformar cualquier situación y llevarnos a la vida y su significado. Verdadero amor expulsa el temor y la desesperación; es ese amor que viene de lo alto, que puede dispersar las nubes oscuras de abatimiento que a veces oprime el espíritu humano. Pascua es vida; es la corona de gloria; la audaz afirmación que en la muerte es la vida, para que los niños de Dios pueden gritar Aleluya porque su Señor está vivo.

Nosotros también podemos cantar Aleluya en nuestras vidas, especialmente cuando recordamos que el Señor resucitado está siempre con nosotros, especialmente en esos momentos que nos sentimos agobiados en la tribulación de la vida; cuando nos sentimos desorientados, abandonados, descuidados y desplazados. ¡Ha resucitado! Que el poder del Señor resucitado llene nuestras vidas, nuestras familias y comunidades para que podemos vivir en gozo y alegría, con la fuerza de superar los obstáculos que nos encontramos en la vida. ¡FELICES PASCUAS!