Siempre que venimos a la Semana Santa, la más santa de todas las semanas del año, me siento completamente incapaz de expresarme con palabras. Prefiero callarme y meditar que escribir. Pero esta vez sentí el impulso de compartir con ustedes esta sensación de ardor que a menudo tira de mi corazón, a saber, la entrega indescriptible de Jesús a la voluntad del Padre: “No sea como yo quiero, sino como tú”. A menudo me imagino la lucha en su corazón y la libertad total que ejerció al dejarse llevar como un cordero al matadero, ¡y no abrió la boca para protestar (Is. 53: 7)! Sin embargo, él es Dios que conoce sus corazones, que sabe que sus pensamientos e intenciones están llenos de egoísmo ambicioso que pretende defender a Dios; quién sabe que el sistema de justicia está completamente sesgado desde el principio para condenarlo; quién sabe que en medio de todo el alboroto, no hay un deseo sincero por la verdad y una compasión genuina; más bien, hay una declaración pública de preferencia por lo falso, lo violento y todo lo que conduce al caos y la muerte. En esta atmósfera confusa orquestada por hombres de religión de alto rango y dirigida por líderes romanos inteligentes, ¡Nuestro Señor permanece completamente silencioso y arrojado como un criminal sin ninguna integridad!

Pero él es Dios en forma humana. Deja que los hombres ejerzan su poder sobre él; deja que los hombres desahoguen sobre él todas las tinieblas de su codicia por el poder y la justicia propia; deja que la multitud revele su irreflexión y su disposición a seguir a los poderosos, incluso si eso significa traicionar la verdad y el amor; deja que los llamados educados hagan una demostración pública de su ignorancia y arrogante devoción a su ciego sentido de la realidad. Nombralo. Deja que la oscuridad finja por un momento que es poderosa.

La voluntad del Padre no es que el Hijo muera, sino que sea obediente al Padre, cuya vida interior es el amor. “No como yo quiero, sino como tú quieres”. No hay nada más que decir porque en estas palabras Nuestro Señor resume el hilo subyacente que une toda su vida. En obediencia al amor, está dispuesto a dejar que el mal se salga con la suya para vencerlo de una vez por todas. Después de todo, como Dios, tiene poder sobre cualquier forma de maldad, incluida la muerte. Ese poder es el poder del amor. Es el amor el que tiene el poder de vencer cualquier mal u odio; es el amor que busca la verdad y la justicia; es el amor el que ve que todos son hijos de Dios; es el amor lo que mantiene unidas todas las cosas y todas las personas; es el amor el que expone las fuerzas oscuras que buscan oprimir y causar división en y entre los individuos.

Amado Jesús, ayúdame a ser siempre fuerte y obediente a ti. No dejes que la llama de tu amor en mi corazón se apague ni se apague por nada. Reina en mí, mi Precioso Señor, y no permitas que nada me aleje de ti, no importa lo que sea. Es tu voluntad la que deseo en todo momento de mi vida. Sea usted alabado ahora y por siempre, amén.