La Trinidad es la naturaleza en la que Dios ha elegido revelarse a nosotros. Se reveló a sí mismo como el Padre, el Creador, como el Hijo, el Salvador, y como el Santo, el Santificador. En Dios hay comunidad de personas. El Padre se vacía en el Hijo, el Hijo se vacía en el Espíritu Santo, el Espíritu Santo se vacía de nuevo en el Padre. Y así, continúa. Esto es lo que llamamos la pericoresis o la danza divina. Esta es la naturaleza de Dios, donde las tres personas de la Trinidad se relacionan entre sí.
Aquí está el punto. La relación es tan importante que Dios tuvo que hacer que su propia naturaleza fuera un reflejo de eso. Dios está tratando de decirnos que él no es un concepto o una ideología sino una persona. Es alguien con quien podemos relacionarnos y él puede relacionarse con nosotros. Con razón la Biblia trata sobre el antiguo pacto y el nuevo pacto. Dios nos sigue diciendo que quiere ser nuestro Dios y nosotros su pueblo. Dios es un ser relacional. En un solo Dios, hay una comunidad de amor, amistad interna o participación en la Deidad. Por eso Dios establece igualmente esta misma amistad con nosotros, sus criaturas. Nuestro Dios no sólo se relaciona dentro de sí mismo, sino que también creó a los hombres y mujeres, para poder tendernos la mano.
Así, cada parte de los rituales litúrgicos que realizamos en la Iglesia es un intento, en nuestro camino, de responder a la invitación de Dios que quiere relacionarse con sus amadas criaturas. Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios entra en relación con nosotros, con las personas de la Biblia. Por ejemplo, la primera fue con Abraham (Génesis 12:1-3), el Llamado de Moisés y la amistad de Dios con él (Éxodo 3:1-12), el llamado de Josué (Josué 1:1-6), el llamado del profeta Isaías (Isaías 6:1-10) y tantos otros.
Dios nos está invitando a ti ya mí a tener una relación con él de la misma manera que invita a los patriarcas y profetas antes mencionados. Jesús nos ha revelado que tenemos un Padre que nos cuida muy profundamente, un Hijo que muere por nosotros, que promete estar siempre con nosotros y luego el Espíritu Santo que nos guía por el camino que lleva al Reino.
Nuestro Dios es un Dios Triuno. La Trinidad es un misterio sobre el que se funda nuestra fe. La Iglesia está aquí para guiarnos, con la ayuda del Espíritu Santo, en la relación de amor con la Trinidad. Si nos relacionamos bien con la Trinidad, nos relacionaremos bien unos con otros. Cuando hacemos la señal de la cruz, estamos invitando a la Trinidad a que venga y nos fortalezca para vivir esta vocación de amor.
Los seres humanos no somos sustancias independientes, ni formamos parte alguna de la creación. Todos existimos como relación radical. El Camino de Jesús es una invitación a una forma Trinitaria de vivir, amar y relacionarse en la tierra como lo es en la Deidad. Somos intrínsecamente como la Trinidad, viviendo en absoluta relación. Elegir permanecer fuera de este Flujo es el significado más profundo y obvio del pecado.
Llamamos amor al flujo. Realmente fuimos hechos para el amor, y fuera de él morimos muy rápido.