“Yo Te Perdono”

Nadine Collier habló estas palabras hace unos tres años mientras las lágrimas corrieron por su rostro. Ella hablaba a la persona acusada de la matanza de su madre, Ethel Lance, quién había estado estudiando la biblia en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emmanuel en Charleston, Carolina del Sur.

Nadine siguió: “Me quitaste algo muy precioso. Ya nunca jamás hablaré con ella otra vez. Jamás podré abrazarla otra vez. Pero te perdono, y que Dios se apiade de tu alma.”  Después de mucho sollozar, continuó: “Tú me lastimaste. Lastimaste a mucha gente. Pero Dios te perdona y yo te perdono.”

Más asombroso aún, es que Nadine no estaba solo. Uno por uno, los miembros de las familias cuyos seres queridos fueron asesinados en esta iglesia se levantaron para hacer igual: ¡Perdona! El mensaje fue repetido una y otra vez: ¡Perdona!

La energía de su fe todavía resuena a través de América y más allá. Fue un día en que la gracia – gracia increíble – venció al odio. Un comentarista dijo: “Hasta los ateos tuvieron que ver la divinidad en estas familias construidas por el amor.”

¿Pero de dónde vino esa energía milagrosa que permitió a esta gente con corazón herido alcanzar a un asesino con tal misericordia?

Quizás el evangelio de hoy nos da una pista. Este paso del evangelio envía un mensaje enormemente importante a cada uno de nosotros: Confíe en la gracia y el poder de Dios. Para ilustrar este mensaje, Marcos cuenta la historia de una mujer y de una niña.

La mujer había estado sufriendo una hemorragia desde hacía doce años, tantos como la niña ha estado viva. La mujer, y el padre y la madre de la niña esperaban más allá de esperanza que hubiera alguien que podría oír un grito desesperado y contestarle, o sentir un tacto angustiado y responder a él. Lo que ambos descubrieron es que sí había alguien. Su nombre era Jesús.

Dios, en Jesús, oye el grito de dolor y se conmueve por la angustia humana. Todos en la historia del evangelio de hoy descubrieron que el Dios en que creemos por Jesús, es un Dios que puede ser experimentado en la vida real – ahora. Considere algunos ejemplos: En esa iglesia en Charleston; en las maravillas diarias de ser padres; en las curaciones que suceden en centros médicos, o en el parto de niños, o en las celebraciones de matrimonios de muchos años; en la recuperación de adictos, o en la nueva vida de la gente encarcelada, o en impartir el perdón a los que nos ha dañado.

Lo que Marcos está intentando en ayudarnos a considerar es que la gracia está por todas partes. Dios es verdaderamente Emmanuel… con nosotros, para nosotros, entre nosotros.

Y el evangelio de hoy lo lleva un paso más allá: Dios está presente especialmente a los más afligidos. Y, debido a eso, Dios crea nuevos milagros diarios: milagros de la conversión y arrepentimiento y nuevos principios. Milagros de esperanza. Milagros de valor. Milagros de fe.

Jesús tiene el mismo mensaje para cada uno de nosotros que ha proclamado nuestras esperanzas muertas, para los que han dado por vencer la posibilidad de un nuevo principio. Es el mismo mensaje que él dió a la gente que estaba de luto en el evangelio de hoy: “La niña no está muerta, está dormida.”

Y entonces sucedió: “¡Talitá, Kum!” que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!”

Él nos dice lo mismo a nosotros hoy en día: Elévate de tu odio. Elévate de tu ceguera. Elévate de tu mezquindad/pequeñez. Elévate de tus perjuicios. Elévate de tus miedos. La gracia vence al odio. La gente de esa iglesia en Charleston, Carolina del Sur, hizo eso abundantemente claro.

Ted Wolgamot

Celebration Publications