A la luz de la Sabiduría Divina

(Juan 11:1-45)

Por lo general, escuchamos el dicho de que “Si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes”. Hay algo de verdad en ello, pero no es que a Dios no le importen nuestros planes. Más bien, modifica nuestros planes, si es necesario, para que puedan servir a un mejor propósito. Julian de Norwich dice que si nuestros planes no están a la altura de la intención de Dios para nosotros, Él los cambia y nos da otros mejores. De la misma manera, a veces Dios permite que algo que parece malo o sin gloria nos suceda con miras a algo más grande y transformador.

Jesús deliberadamente dejó que su amigo Lázaro muriera y fuera sepultado. Permitió que pasaran cuatro días antes de visitar su casa. Como cualquiera de nosotros, Marta protestó cuando vio a Jesús: “Pensé que eras nuestro amigo. ¿Dónde estabas cuando estaba enfermo y murió? Ni siquiera te importó venir el día del entierro para verlo a él y a nosotros. Ahora vienes después de cuatro días. ¿Qué clase de amigo eres, cuando podrías haberlo salvado de morir…? Y así sucesivamente. Su ira y decepción están justificadas a la luz de la sabiduría humana. Pero la Sabiduría Divina es más profunda y abarcadora. Ella no lo sabe. En esos momentos de dolor, sufrimiento y decepción, enviamos gritos de protesta al cielo, porque el suelo sobre el que descansa nuestra fe parece haberse derrumbado y nos sentimos perdidos. Sin embargo, en y a través de esas experiencias, la Sabiduría Divina nos está recreando y transformando. Él es Dios; Él tiene poder sobre la tumba. (Ez 36:27). Su objetivo es darnos vida y hacernos completos. Él es verdaderamente la resurrección y la vida. El que cree en Él, aunque estuviera muerto, vivirá de nuevo (Juan 11:25; Apocalipsis 22:13). Dios nos invita constantemente a mirar nuestras vidas a la luz de la Sabiduría Divina. Siempre que somos capaces de hacerlo, con la ayuda de la gracia divina, experimentamos una fe y una libertad más profundas, sabiendo que Nuestro Padre guía nuestros caminos y guía nuestros pasos. Cree y confía en esta sabiduría y no vacilarás. Es mi oración por ustedes esta semana y siempre. Amén

 

Padre Cornelius Okeke