Inicios y finales
Con el tiempo nacemos. Con el tiempo crecemos y alcanzamos nuestros sueños. Con el tiempo perseguimos luchas para encontrar y seguir nuestro destino. Con el tiempo nos encontramos con todo lo bueno y lo malo. Y con el tiempo, nos retiramos de este mundo cuando tomamos nuestro último aliento. Entre nuestro nacimiento y nuestra salida de este mundo, hay innumerables comienzos y finales. Cuando una madre está embarazada, todos se regocijan por una nueva vida que se forma en su vientre. Pero después de unos meses, el bebé en el útero comienza a patear tan fuerte, alertando a la madre de que su tiempo en el útero ha terminado; ella necesita estar en el mundo para respirar aire por su cuenta. Cuando ella nace, el embarazo termina, pero comienza la vida de un ser humano independiente. Este niño crecerá y comenzará a ir a la escuela. En pocos años, deja a sus padres para ir a la universidad. Y así sucesivamente. Si el niño no sale de casa para ir a la universidad o en busca de su sueño, no se dará cuenta de sí mismo ni se sentirá realizado. Sus padres se ocuparán de dejarla ir en busca de sí misma.
La Ascensión de Nuestro Señor nos recuerda que nuestra vida en este mundo está limitada en el tiempo. Como se define por el tiempo, nos recuerda que también hay atemporalidad en nuestras vidas, porque es desde el cielo que vinimos a este mundo y al mismo cielo al que regresaremos cuando esta vida limitada en el tiempo llegue a su fin. Cada final trae un nuevo comienzo y cada nuevo comienzo implica algún final. Es por eso que la Ascensión también nos enseña cómo dejar ir lo que ha expirado en nuestras vidas: ¡las heridas, dolores y decepciones del pasado a las que nos aferramos! La vida sigue moviéndose y tenemos que dejar ir lo que es rancio y pesado, y dar la bienvenida a lo nuevo, incluso si es incierto.
Al celebrar la Ascensión de nuestro Señor, recordemos que su partida también significa que el Espíritu Santo nos será dado en abundancia. Que Dios nos conceda a cada uno de nosotros la gracia de soltar todos los apegos a las cosas que han pasado, para acoger con los brazos abiertos, las bendiciones de hoy. Amén
~Padre Cornelius Okeke